QUERIDA EVA,

Acabo de leer tu mensaje, todavía estoy bastante afectado por lo que me has contado. Quería responderte en privado, se que lo que me has explicado es algo personal, pero, aunque tú no lo creas, muchas personas han pasado por una situación muy similar a la tuya. Por eso he decidido hacer pública esta carta, porque creo que, respondiéndote a ti, estoy dirigiéndome a mucha otra gente; y porque pineso que seguro habrá otras personas que, al leerla, querrán añadir alguna cosa más a lo que yo voy a decirte ahora.

Tienes toda la razón, la primera vez que te escribí fue para comentarte que había algo en tu discurso evangélico que era diferente al resto. No era un discurso fundamentalista, ni paternalista, tampoco liberal; era una aproximación muy humana a la homosexualidad. Y eso lo hace quien en algún momento de su vida ha sido consciente de que no cabe en alguna etiqueta que la mayoría entiende como natural o divina.

Es cierto que el envoltorio de tu discurso era ortodoxo, pero las mujeres como tú, siempre logran en algún momento de su vida desbordar los límites que les limitan, o mejor dicho, les asfixian. La ortodoxia evangelical es como una cámara de gas para todas las personas LGTBIQ que, por desgracia, hemos nacido en ese entorno.

Supongo que cuando he utilizado la palabra desgracia habrás sentido cierta incomodidad, a mí también me pasa. La razón es que en ese entorno hemos recibido cosas muy valiosas que nos han constuido como personas y a las que no estamos dispuestos a renunciar. Pero, por otro aldo, y por eso utilizo la palabra, nos ha generado una disonancia entre quienes somos, y quiénes nos dicen que debemos ser. Entiendo el conflicto por el que has pasado, imagino que no te ayudará saber que hay millones de personas que han tenido que pasar por lo mismo….Algunas de ellas, no han sido tan fuertes como tú; unas no han podido, muchas no se han atrevido, y otras se han acostumbrado a vivir una doble vida. Estaría bien que te preguntaras qué ha hecho que tú te decidieras por el camino de la dignidad, de la autenticidad, y de la verdad. Quizá te des cuenta que, además de la homofobia, hay personas de tu entorno que te han trasmitido que el evangelio no es una aceptación de unos dogmas, sino una forma de vivir que produce liberación en quienes lo siguen.

Siento lo que estás pasando ahora, es sin lugar a dudas el momento más doloroso: cuando encuentras la incomprensión de tu familia e iglesia. Cuando te sientes sola, y además de engañada, pero te aferras a la fe. Es difícil encajar que tu familia te vea de otra manera por haberles dicho que eres lesbiana, cuando en realidad tú sigues siendo la misma persona de siempre; y que estén dispuestos a perderte, o incluso a echarte de casa, si no aceptas sus principios homófobos. No te voy a mentir, no se que ocurrirá en el futuro, si acabaran por aceptarte o si preferirán alejarse de ti…Quizá unos hagan una cosa y otros, otra. Necesitan tiempo para encajar lo que ha ocurrido, aun asi, te recomiendo una cosa: no les esperes.

Todo el mundo tiene a vivir en su zona de confort y no se moverán de allí si tú te quedas a su lado. Tienes que moverte, tienes que vivir tu vida, y ellos decidirán si quieren esforzarse por estar a tu lado. Les va a costar, hay que reconocer que también ellos padecerán a partir de ahora la homofobia de su entorno evangelical… pero tendrán que decidir si quieren o no estar contigo. Esa decisión no es tuya, tú puedes decidir darles tiempo, ser comprensiva, dialogante…pero no puedes obligarles a que te quieran como eres. Es duro, lo se…pero las cosas son así.

Respecto a tu iglesia, te lo voy a decir de una manera romántica: creo que los besos de la mujer a la que amas te han hecho despertar del sueño en el que vivías inmersa. Los evangélicos no somos el remanente fiel, ni los escogidos, tampoco los verdaderos seguidores de Jesús. En la mayoría de ocasiones (siempre hay excepciones) su discurso de amor hacia los seres humanos, es únicamente un gancho para hacer proselitismo.

Actualmente el trato que las iglesias evangelicales no dan a las personas LGTBIQ, es la prueba irrefutable de que se han alejado del evangelio, del seguimiento de Jesús. Sé que es difícil, muy difícil, romper con personas con las que has compartido juegos, enseñanzas, y experiencias, sueños…desde que eras una niña. Se que descubrir la contradicción profunda que hay entre sus palabras y sus actos, te puede llevar a una crisis de fe. Pero es mejor poner tierra de por medio… No tienes nada que hacer, necesitarán que seas un chivo expiatorio para poder seguir aferrándose a su manera de interpretar la Biblia.

Si quieres tener alguna posibilidad de tener una fe evangélica sana, escapa, no mires atrás. No te rindas, sigue buscando y compartiendo tu fe con quienes tengan una visión más acorde con las enseñanzas de Jesús. Espero que vivas cerca de las pocas comunidades inclusivas que existen en el país, pero si no es así, siempre hay personas con las que quedar un día para dialogar, leer la Biblia, y orar juntas, en un ambiente en el que todo el mundo pueda mostrarse tal como es.

Me comentas que no puedes orar, que estás rota y que no puedes permitirte en este momento abrirte de esa manera. A mí me ayudó en aquel momento escribir… expresar cómo me sentía. Sacar la ira, el enfado, la rabia y expresar el dolor que tenía dentro de mi. No se si tú puedes hacer lo mismo, y si te puede también ayudar… no pierdes nada por intentarlo.

Creo que fue Soren Kierkegaard quien dijo que la oración no cambia a Dios, sino que nos cambia a nosotros. Y esto es lo más importante: cambiarte por dentro, volver a repensar todo lo que has aprendido desde que eras una niña, quedarte con las muchísimas cosas buenas por las que deberías estar agradecida, y desechar las que te restan y te hacen daño…Las que no te permiten vivir de la forma que Dios ha pensado para ti.

Tengo que decirte que también eres una mujer afortunada, no todo el mundo se ha enamorado. Me explicas que las cosas en este momento son difíciles para las dos. Si tienes claros tu sentimientos, yo no me rendiría. En Cataluña celebramos el día de Sant Jordi, el caballero que según la leyenda salvó a la princesa del dragón. A mis hijas les he enseñado desde pequeñas que nadie tiene que venir a salvarlas, que ellas pueden tomar la iniciativa. Así que, si yo fuera tú, me iría directamente a por ella para sacarla de esa cueva oscura donde está metida y que seguro le hace ser infeliz. Si lo logras y ella acepta, pues disfrutad todo lo que podáis de vuestro amor. Si no, pasa página y mira hacia el futuro. Eres una gran mujer, y las grandes mujeres no se rinden fácilmente.

Se que en este momento te sientes frágil, tengo que decirte que yo no te veo así…. Has tenido mucho valor para decir sencillamente quién eres. Ya me gustaría ver a todas esas personas que ahora te dan la espalda, saber qué hubieran hecho ellas en tu situación. Me decías en tu última carta que te habías dado cuenta de que antes no permanecías callada intentar someterte a lo que Dios quería, sino por miedo a romper tu reputación y perder el mundo en el que vivías.

Ya ves que tenías razón, pero a pesar de eso has actuado con determinación….ahora eres más libre, no pierdas la oportunidad de avanzar en ese camino que tú misma vas a tener que trazar. No es tan fácil como el camino ya marcado por el que muchas personas transitan, pero sin duda es mucho más auténtico y apasionante. No te dejes engañar por espejismos ni te rindas a la aceptación de nadie… Sigue adelante, el Señor está contigo, Él es tu pastor.

Carlos Osma.

Capítulo 52 de su libro «Solo un Jesús marica podría salvarnos».

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